A través de la ventana del sótano, atisba las piernas en su ir y venir por la vereda. Una visión lo perturba: finas medias de seda negra, que forman un arabesco sobre la piel, culminan en un par de zapatos de tacón de bruñido charol que todas las tardes se anuncian con su ritmo inconfundible.
Esa visión fugaz le provoca un ardiente deseo. Las admiradas piernas parecen responderle, se paran frente a su ventana y se deslizan con sensualidad acariciándose mutuamente. Así quedan un rato cada vez más largo, ante los ojos expectantes de quien ya sólo quiere poseerlas.
Por fin, un día se decide, saca su brazo por entre los barrotes cuando la cadencia del subir y bajar por la pantorrilla exacerba su excitación y le quita con decisión el zapato. Mientras escucha los pasos asimétricos que se alejan apurados, se acaricia, lentamente, con el fino tacón.
14/9/2003 (
seudónimo en concurso Ficticia:Viridiana)